
La Edad del Hierro
La Edad del Hierro. Hallstatt y La Tène
Es difícil presentar un cuadro de la cultura protohistórica de Europa en la época que calificamos de Hallstatt, porque si bien hay cierta semejanza de gusto en esta primera edad del hierro, las gentes debían de ser muy diversas y, aun deseando imitar los modelos y emplear un mismo estilo artístico, hay variedad en las maneras de interpretarlos. Cuando se trata de clasificarlos tiene que hacerse provisionalmente. El territorio de difusión de las técnicas y arte de Hallstatt es enorme. Sobre una población poco densa –la de la edad del bronce– se superpusieron las bandas de emigrantes que conocían la manera de beneficiar el hierro. La mezcla debió de ser en proporciones muy desiguales, así que no podemos describir una edad del hierro con la misma uniformidad que describiríamos una edad europea neolítica o una edad del bronce. Por ejemplo, las fíbulas, que servían para lo que nosotros empleamos los botones, esto es, para sostener los paños del vestido, cambian de forma en cada región y según el tiempo. Se inventan en un país y se exportan o imitan los modelos en lugares muy lejanos. El invento de un nuevo tipo de fíbula produciría sensación, como hoy un nuevo modelo de automóvil. Aquel pequeño objeto con un resorte para mantenerlo desplegado y que sujeta la aguja con una charnela, que es ya el imperdible que usamos todavía, fue tomando diferentes formas, que sirven para fijar la edad de una cultura. Hay fíbulas con un resorte o muelle, o con dos muelles, fíbulas en forma de arco de violín, fíbulas en forma de navicella o quilla de nave. La historia de la fíbula casi tiene tanta importancia como la de la cerámica, que produce una ceramicología: casi debería hablarse de una ciencia de la fíbula.
Veamos ahora cómo vivían. Se empleaban las dos formas de habitación: la choza circular la vemos reproducida en la columna Trajana cuando se representan los poblados de los bárbaros de la región del Danubio. La casa de planta cuadrada es preferida en el oeste y norte de Europa. La choza circular tenía una parte excavada en el suelo, y en muchas partes se reconoce que hubo allí un poblado porque los terrenos tienen manchas oscuras que llamamos “fondos de cabañas”. Al excavarlos se encuentran fragmentos de cacharros y algunos objetos de uso doméstico. El ajuar debía de ser extremadamente pobre. Las barracas o casas de planta rectangular con una sola habitación tenían un entarimado para el suelo cuando era húmedo, y esto permite restablecer su planta. Se dormía sobre una banqueta junto a las paredes. El hogar en ambos tipos de vivienda estaba en el centro de la habitación. Se ha podido comprobar que los grupos de casas estaban a veces rodeados por una muralla que encerraba un poblado. Esto representa una organización social de la que no podemos formular conjeturas. Pero debía de haber entre estas agrupaciones humanas personajes de mayor calidad, porque se los entierra con más armas, algún objeto precioso en bronce y hasta a veces con el carro de combate.
Las sepulturas son excavaciones en forma de cámara sobre la cual se levanta un túmulo. El rito funerario es muy variado, y en un mismo lugar se entierran los cadáveres o se queman, sin que pueda explicarse la razón de esta diferencia. Aunque observamos que, con el tiempo, se pasa de la incineración a la inhumación, a veces se emplean ambos ritos simultáneamente. Por los objetos encontrados en los poblados y en las tumbas no se puede precisar un sistema religioso. No se ha descubierto ningún ídolo, altar o símbolo que represente una divinidad o su culto. Carecemos en esta primera época del hierro, o sea de Hallstatt, de ídolo que sustituya al fetiche femenino del triángulo asociado al hacha que hemos encontrado en la última edad de la piedra. Sólo hay una sugerencia de rito o culto de reliquias: han aparecido entre los objetos de la época de Hallstatt varias vasijas decoradas con relieves repujados, que llamamos situlas, y que parece que se llevaban en procesión sobre un carro de parada.
Tenemos que acudir al arte. Aquí, como siempre, el estilo es lo más revelador del alma de las gentes. En este caso el estilo resulta obligado por la calidad del nuevo metal, el hierro. Los objetos de la época de Hallstatt tienen decoraciones de líneas verticales, espirales, triangulares, que se complican con volutas derivadas del reino animal o vegetal. Podrían calificarse de decoraciones abstractas, geométricas, cubistas. No puede decirse que el hombre europeo de la época de Hallstatt pretenda obtener principalmente resultados estéticos al embellecer sus armas, sino sólo acentuar su funcionalidad. Diríase que el estilo geométrico de Hallstatt es la primera aparición del arte genuinamente europeo; el que hace producir en Grecia el orden dórico en columnas estriadas y entablamentos sin relieves figurados; el que produce más tarde el estilo gótico de las catedrales, con sus molduras adornadas sobriamente y la belleza debida a su mecánica racionalidad. Nada de esto había ocurrido antes en el mundo; ni el Oriente ni Egipto habían manifestado tan absoluta predilección por la línea abstracta como la que manifestaron los hombres europeos de la primera edad del hierro.
Los objetos más decorados son las espadas, mejor dicho, las empuñaduras, que terminan con antenas como brazos, o bolas, como si fueran cabezas estilizadas. Parece que se quiere personificar la espada con aquel puño antropomórfico.
Los cuencos, a veces de oro, que se venían empleando para uso litúrgico desde la época neolítica, otras ve ces de chapa de bronce curvada y arrollada, tienen decoraciones repujadas en forma de círculos o líneas de puntos que deben de tener un valor ideológico. Creemos que con los círculos concéntricos se alude al Sol y lo mismo las líneas de puntos más brillantes que el fondo de la chapa. Aunque sea muy arriesgado, fundamos esta suposición del sentido místico del arte geométrico en que en los objetos decorados con puntos y rayas se introduce la forma del cisne, aunque sea estilizada, y el cisne es animal hiperbóreo asociado al Sol por los pueblos nórdicos. Animal sagrado para los hombres de la época de Hallstatt debió de ser el caballo, también empleado como símbolo del Sol. La importancia del caballo desde las primeras edades de la humanidad subsiste en el lejano Japón y en la India. Los persas experimentaban respeto religioso por el caballo. Hasta en el templo de Jerusalén había establos para los “caballos del Sol”. Helios, en Grecia, va en un carro tirado por caballos.
Por fin, símbolo eterno y universal que sugiere el movimiento y la radiación solar es la esvástica, que se encuentra por toda Europa en la época de Hallstatt. Puntos, líneas, círculos, espirales, esvásticas... Obsérvese que todo obedece a un esfuerzo mental; son formas que asocian el Sol con el mundo exterior, pero con figuras derivadas del pensamiento. La decoración de la primera edad del hierro es la primera y más terminante afirmación del genio de Europa. Compárese con lo que se producía en aquella época en la India o en Asiria y se verá la diferencia entre la acumulación de formas representativas del arte oriental y la simplificación geométrica del arte que se puede calificar de autóctono y genuino europeo. En Europa, lo mental predominará siempre sobre lo natural.
La época de Hallstatt, primera de la edad del hierro, se hace durar en las series cronológicas hasta el año 600 a. de J.C. En tal fecha se produce un cambio y se presenta otro panorama cultural, otra escuela artística; empieza la época que llamamos de La Tène. La calificación procede de un lugar junto al lago de Neuchatel, en Suiza, donde se encontró una gran cantidad de objetos con el nuevo tipo de cultura. Ya se habían recogido allí muchos restos arqueológicos durante la pesca, pero al bajar el nivel del lago en 1874, por desviar algunos cauces del Jura, apareció un espacio seco con restos de una población prehistórica. El sitio se llamaba La Tène, y aquel nombre sirvió para bautizar una época, una mentalidad, una cultura.
La Tène hoy es un sitio desolado, con algunas estacas de pilotes medio carbonizadas. Las excavaciones descubrieron muchos objetos de hierro que se habían conservado mejor debajo del agua que si hubieran estado enterrados en el suelo..., sobre todo espadas y vainas de hierro; algunas estaban decoradas con incrustaciones de plata. La decoración todavía geométrica de La Tène no tiene la estricta simplicidad rectilínea y de puntos del arte de la época de Hallstatt. Está formada por meandros, curvas que se revuelven sin cortarse, como lágrimas, que penden o se apoyan constituyendo un friso interminable. Parece derivarse de las palmetas griegas, que ciertamente conocieron y admiraron los hombres de las culturas de Hallstatt y de La Tène. En el siglo VI a. de J.C. se habían importado en la Europa central muchos vasos griegos pintados y vasijas metálicas en, las que la palmeta constituye el elemento más abundante de decoración. Los traficantes griegos que iban al norte de Europa a buscar el ámbar llevaban vino y aceite en jarros pintados, y los bárbaros copiaron los frisos de meandros y palmetas. Pero nunca sin abandonar su sentido geométrico, que será el que informe eternamente el arte europeo.
No es posible separar con frontera estética ni racial la cultura de La Tène de la de Hallstatt. Ambas se difundieron por todo el Occidente. Pero mientras para la época de Hallstatt no podíamos asignar un nombre a las comunidades o grupos de comunidades que ocuparon en aquel tiempo la Europa central (del 1000 al 600 a. de J.C.), para la época de La Tène nos creemos autorizados a conceder la prioridad entre los pobladores de la Europa central y occidental a los celtas, conocidos por los romanos. ¿Quiénes eran estos celtas que se difundieron en grupos desde las islas Británicas al valle del Po y del Guadalquivir y saturaron a Francia y la Europa central? Lo ignoramos. No sabemos siquiera si los celtas eran emigrantes orientales o fueron los mismos hombres de la cultura de Hallstatt que evolucionaron en arte, religión y maneras de vivir. Hay recuerdos, tradiciones, que, recogidos por los escritores clásicos, perduran todavía en grandes naciones como Irlanda, que son celtas, pero no es posible reconstituir el pasado de aquella gente que tanto influyó en la historia de la humanidad. Los estudios realizados sobre la cultura celta nos permiten acercarnos a ella desde un punto de vista científico, alejado de los mitos y leyendas que nos la habían explicado hasta hoy.
Al principio se creyó que los celtas edificaron monumentos megalíticos, dólmenes y menhires, y se creó una religión y una organización social mitológica celta. Todo lo que no se explicaba de otro modo del pasado de Europa, entre los siglos VI y I a. de J.C., se atribuyó a los celtas. Lo único positivo es que los celtas, en el momento en que podemos considerarlos bien caracterizados como tales, tenían un centro de difusión en el sur de Alemania. Así, el identificarlos con las gentes de las espadas de hierro en La Tène está bien justificado. La Tène era un lugar de paso, estrecho corredor, vado o puente entre la cuenca del Rin y la del Ródano. Era paso obligado para ir de las tierras del sur al centro y norte de Europa, y en aquel lugar de peaje los celtas de La Tène no sólo hacían comercio de los productos de sus fraguas, sino que adquirían conocimientos y gustos tratando con los mercaderes orientales. Así aprendieron el estilo semigriego de palmetas y rizos y lo corrigieron simplificando, estilizando las formas, que de zoomórficas y vegetales se convirtieron en geométricas. No fue el lugar de La Tène el único en que se dio la metamorfosis que produjo el arte celta decorativo. Hubo otros lugares de peaje donde la contaminación de lo puramente rectilíneo y lo animado se verificó con idénticos resultados artísticos. El fenómeno es importantísimo; en la Edad Media europea el arte celta irlandés consiguió el máximo esplendor decorando manuscritos y objetos de orfebrería con meandros y espirales entrelazadas en laberintos imaginarios.
El elemento celta no se redujo al espacio de la Selva Negra de donde se movieron los grupos que emigraban. Para darse una idea de su difusión, basta recordar que, según ya observó César, “Ipsorum lingua Celtae nostra Galli apellantur”, esto es, que las voces celt y galt son diferentes pronunciaciones de un mismo nombre. Y galt es la raíz de Gales, Galicia, Galitzia y Galacia. Gales recuerda una región en el oeste de Inglaterra; Galicia, un ángulo de la Iberia; Galitzia, una parte de Ucrania, y Galacia es una tierra del Asia. A estos cuatro ángulos extremos de expansión llegaron celtas en diferentes épocas. Conservaron su lengua y sus costumbres. San Jerónimo dice que los galos o celtas de Tréveris, en Alemania, podían entender con alguna dificultad a los gálatas del Asia. Naturalmente había dialectos celtas; los hay todavía. En Inglaterra, los celtas del país de Gales hablan un lenguaje parecido, pero no idéntico, al de los celtas de Escocia y de Bretaña.
No hay que olvidar que toda Francia fue enteramente ocupada por los celtas o galos trasalpinos y el norte de Italia por los cisalpinos. Mucho se diluyó de los celtas trasalpinos, que fueron los franceses, con la invasión de los francos y el contacto con los griegos de Marsella, y los celtas cisalpinos se romanizaron con vías de comunicación y algunos castigos infligidos por los cónsules después de varias rebeliones. Pero que se sentían más europeos que semitas lo prueba que cuando los cartagineses, con Aníbal, esperaban encontrar aliados en los galoceltas cisalpinos para ahogar el poder de Roma, que empezaba a sentirse conquistadora, los galos de Italia se mantuvieron al margen de la lucha, que era lo mismo que ponerse del lado de Roma. La ayuda de los galos con su número y poder hubiera hecho caer la balanza, y toda Europa habría sido cartaginesa, o sea semita.
Es lástima que el elemento celta, tan capital en los últimos siglos de la prehistoria de Europa, no haya podido estudiarse en sus orígenes y evolución. No tenemos más que unas pocas y cortas inscripciones celtas. No hay literatura celta de la época primitiva. El alma céltica más tarde produjo epopeyas, cantos, novelas. Los antiguos celtas nunca consiguieron establecer un poder central, crear un imperio y distribuir sus colonias. Marchaban en batallones, sin más orden que el que imponía un jefe improvisado; no hubo monarquías celtas. Dejaban un país, conquistaban otro, como conquistaron a Roma, y de allí, o regresaban cargados de botín o se deshacían en grupos o familias, como en Galacia y en Galicia.
Revisor de hechos: Cambó