
La Mujer en la Revolución Industrial

Historia de la Mujer en la Revolución Industrial
La Revolución Industrial de Occidente cambió la situación de las mujeres de muchas maneras. Algunos de los cambios se han repetido más recientemente en otras civilizaciones, y otros fueron especialmente característicos del Occidente del siglo XIX. La industrialización redujo las funciones tradicionales de trabajo y protesta de las mujeres (por ejemplo, al encabezar las revueltas del pan cuando la atención se desplazó a las huelgas laborales), pero tendió a ampliar las oportunidades educativas de las mujeres.
Hacia 1914 se desarrollaron algunos nuevos roles laborales y salidas de protesta, incluyendo el feminismo. También se produjeron cambios importantes en el hogar. Nuevas ideas y normas elevaron la posición de las mujeres y establecieron tareas más exigentes. Las relaciones entre las mujeres también se vieron afectadas por el creciente uso de sirvientes domésticos (el trabajo urbano más común para las mujeres de clase trabajadora) y las nuevas actitudes de las mujeres de clase media y baja.
Documentos de la Época
El primer documento que sigue esboza la idealización de las mujeres de clase media; procede de un tratado moral estadounidense de 1837, escrito de forma anónima, probablemente por un hombre. El segundo documento, escrito por una mujer en una revista femenina inglesa, muestra nuevas normas domésticas de otro tipo, con un tono crítico también común en la literatura de clase media. Por último, un ama de casa británica habla de sus problemas con la servidumbre, reflejando otra faceta de la vida de las mujeres. ¿Cómo podían las mujeres decidir cuáles eran sus funciones domésticas y si les proporcionaban satisfacción?
Algunos textos de aquella época son los siguientes, tal como se ha señalado:
La mujer como civilizadora (1837)
Como hermana, alivia el corazón atribulado, castiga y templa la salvaje audacia de la mente herida, inquieta por el orgullo decepcionado o encendida por la ambición. Como amante, "inspira el sentimiento más noble de un amor más puro, y el sobrio propósito de conquistarse a sí mismo por el bien de la virtud. Como esposa, lo consuela en el dolor, lo anima con esperanza en la desesperación, lo contiene en la prosperidad, lo anima en la pobreza y en los problemas, inflama las pulsaciones de su pecho palpitante que late por la distinción honorable, y recompensa sus esfuerzos con el homenaje indiviso de un corazón agradecido. En el importante y entrañable carácter de madre, ella vigila y dirige los diversos impulsos del genio no desarrollado, infunde en la mente tierna y susceptible las semillas vivificantes de la virtud, nos prepara para afrontar los peligros en tiempos de peligro, y consagra a la verdad y a la virtud los mejores afectos de nuestra naturaleza.
La maternidad como poder y carga (1877)
Toda mujer que esté a cargo de un hogar debe tener conocimientos prácticos de enfermería, de medicina simple y de medicina. El médico profesional debe ser llamado en caso de enfermedad real. Pero el médico del hogar puede hacer mucho para que las visitas profesionales sean muy pocas y distantes, y su conocimiento será de infinito valor cuando sea necesario llevar a cabo las órdenes del médico...
Revisor de hechos: Brad