
Origen de la Gestión Financiera
Hoy en día, la gestión financiera está reivindicando el futuro de la contabilidad -y del planeta- con su enfoque en la sostenibilidad y la medición del valor no financiero, tanto humano como medioambiental. ¿Pero qué hay de su pasado? La historia de esta dinámica rama de las finanzas del siglo XXI se remonta a la Edad Media. A finales del siglo XI, las emergentes ciudades-estado del norte de Italia se vieron envueltas en una explosión comercial provocada por las Cruces. A medida que el comercio florecía, los italianos del norte desarrollaron un nuevo tipo de registro para hacer frente a la creciente complejidad de sus negocios, que fue perfeccionado por los mercaderes de Venecia y se conoció como contabilidad alla veneziana: el método veneciano. El responsable de su codificación y conservación -el autor del primer tratado de contabilidad impreso del mundo- fue Fra Luca Pacioli, matemático renacentista y fraile franciscano que fue, en su época, más famoso que su colaborador, Leonardo da Vinci.
Como origen de todos los tratados de contabilidad posteriores en toda Europa, el tratado de contabilidad de Luca Pacioli no sólo es la fuente de la contabilidad moderna, sino que también garantizó que el método veneciano medieval sobreviviera hasta nuestros días. Por ello, los contables han bautizado a Luca Pacioli como el "padre de la contabilidad".Nacido en la década de 1440 cerca de Florencia, Pacioli escribió la primera enciclopedia matemática de Europa, publicada en Venecia en 1494. Fue el primer libro impreso que trató la aritmética hindú-árabe y su derivación, el álgebra, y contenía su tratado de 27 páginas sobre la contabilidad veneciana. En su tratado, Pacioli recomendaba la contabilidad veneciana por encima de todas las demás. En sus libros de contabilidad, los comerciantes venecianos dividían los débitos y los créditos en dos columnas: "Todos los acreedores deben aparecer en el libro de cuentas a la derecha, y todos los deudores a la izquierda. Todas las anotaciones que se hagan en el libro deben ser dobles, es decir, si se hace un acreedor, se debe hacer otro deudor".
Debido al poder de la recién inventada imprenta para difundir múltiples copias de textos idénticos de forma relativamente barata y rápida, el tratado de contabilidad de Pacioli, como primera síntesis impresa del método, hizo que la contabilidad veneciana se convirtiera en la norma en toda Europa en 1800, en los albores de la era industrial. Los primeros indicios de que la partida doble estaría a la altura de la tarea de controlar y dirigir este nuevo mundo industrial de fábricas, trabajo asalariado e inversión de capital a gran escala se encontraron en Inglaterra, en los trabajos del alfarero de Su Majestad, Josiah Wedgwood. El apetito de las clases acomodadas por sus jarrones era tan voraz que Wedgwood lo describió como una "violenta locura por los jarrones". A finales de 1769, Wedgwood y su socio, Thomas Bentley, tenían graves problemas de liquidez y una acumulación de existencias. Los resultados fueron esclarecedores: descubrió que la empresa fijaba los precios de forma desordenada, que las series de producción eran demasiado cortas para ser rentables y que gastaba cantidades inesperadas en materias primas, mano de obra y otros gastos, sin cobrar las facturas con la suficiente rapidez para financiar la expansión de la producción. Le dijo a Bentley que sus mayores costes -modelos y moldes, alquileres, combustible y salarios- eran fijos: "Considera que estos gastos se mueven como un reloj y son prácticamente los mismos, tanto si la cantidad de productos fabricados es grande como si es pequeña", y se dio cuenta de que cuanto más produjera su fábrica, más baratos serían estos costes fijos por unidad de producción. En otras palabras, al examinar sus libros utilizando la partida doble, Wedgwood había descubierto las ventajas comerciales de la producción en masa. El cambio de perspectiva necesario para llevar el sistema de contabilidad de Pacioli más allá de sus orígenes mercantiles en una economía de intercambio a la fabricación, donde el énfasis está en la producción de bienes, fue enorme. Dos libros sobre la contabilidad de las fábricas, publicados poco después de las primeras incursiones de Wedgwood en la contabilidad de costes, muestran las dificultades conceptuales que planteaba la necesidad de incorporar nuevos elementos (mano de obra y materiales por unidad de producción) en el sistema contable de una empresa para que los gestores pudieran calcular el coste de cada unidad de producción. La dificultad radica en que las transacciones necesarias para incorporar la fabricación de productos al sistema de partida doble existente no son transacciones financieras; no implican el intercambio de bienes, sino maniobras como añadir el coste de la mano de obra adquirida o los materiales comprados. Sólo después de un siglo de producción fabril se comprendieron mejor estos problemas contables. En el mismo siglo, el surgimiento de la sociedad anónima puso en el centro de la escena la partida doble y dio origen a una nueva profesión: la contabilidad. Mientras que en 1800 los estados financieros eran un producto incidental del sistema de contabilidad de una empresa, en 1900 se habían convertido en la razón de ser de la contabilidad. La contabilidad veneciana demostró ser el mecanismo perfecto para generar estos estados financieros: podía registrar con precisión el capital y los ingresos, tal y como exigían la ley y los inversores, podía distinguir entre los gastos privados y los costes de la empresa, y podía producir datos que ayudaban a evaluar las decisiones de inversión pasadas.
Con los contables, ahora fundamentales en la vida de las empresas, una serie de profesionales legítimos decidieron distinguirse del rebaño. El aumento de la importancia -incluso del glamour- de la información contable y de los informes financieros después de la Segunda Guerra Mundial se refleja en la inversión masiva que las empresas comenzaron a hacer en la presentación de sus informes financieros. La exuberancia de la contabilidad, orientada al futuro y a la posguerra, se manifestó en sus funciones ampliadas de gestión financiera, previsión y planificación empresarial, en lugar de su anterior papel cauteloso y orientado al pasado, asociado a la auditoría. En 2012, en una nueva era marcada por el colapso financiero de 2008 y la crisis medioambiental, estos contables más orientados al futuro -los contables de gestión- están bien preparados para afrontar los retos del siglo XXI en la construcción de empresas sostenibles.
Los retos de esta nueva era son grandes, pero al igual que la contabilidad medieval veneciana de Luca Pacioli se adaptó a las exigencias de la era industrial, los contables encontrarán nuevas formas de afrontar las exigencias de la nuestra.
Revisor de hechos: Rowen